Gruta de Juxtlahuaca, Gro.

Juxtlahuaca 2010     por Mariana Ortíz, estudiante del curso de educación ambiental

Una práctica bastante fuera de lo normal, de aquello que jamás pensé que haría; así defino esa maravillosa y a la vez curiosa, práctica del módulo de mundo subterráneo.
Cuando abrí los ojos esa mañana, nunca imagine que me aventuraría dentro de un mundo del cual jamás hubiese imaginado que incluso, existía.
Tomamos el camión rumbo a Guerrero…
Una vez ahí, después de largas 5 horas de espera, el momento de pisar aquella cueva llegó, y que yo recuerde, no sentí mayor adrenalina, como cuando me encontré ahí.
Al principio, la forma en que el señor narraba los pasos que avanzábamos me hacían la experiencia más divertida.
Hasta que llego un momento en el que dude sobre la valentía que decía tener. Cuando vi a unos extraños seres volar sobre aquellas grutas inmensas, empecé a sentir un miedo insoportable, un calor que me hizo sudar y unas incontrolables de gritar y emprender camino de regreso a la luz del día. Pero que podía hacer, ya estaba adentro, así que aguante todas esas ganas, tomé fuerte de la mano a Camila y con las uñas en la espalda del señor, moví mis pies, importándome cero el ruido de murciélagos que existía en el ambiente junto con otros 20 compañeros deseando haber no ido a la práctica.

Sentí solamente, una lágrima caer cuando me dí cuenta que ese gran paso ya había terminado… Fue un gran alivio.
Justo adentrándome en las cuevas de Juxtlahuaca encontré especies raras a mi ojo humano; había cucarachas aproximadamente de 5 a 7 cm, murciélagos que provocaban un calor que nos hizo sudar, algo que al parecen solo se veían como unas simples rocas, estalagmitas y estalactitas.
Conforme el tiempo avanzaba y nosotros cada vez caminábamos más y más, se podían observar diferentes figuras, dejar volar la imaginación era la clave para que no entraras en una simple monotonía de rocas y polvo.

Cuando nos adentramos hacia esa “monotonía”, ya no había bichos raros, o murciélagos, o un calor arrasador. Sin embargo, lo que encontramos ahí, fue muchísimo más interesante, pues dejábamos atrás las fobias y nos concentramos en la belleza de la naturaleza; eran rocas con formas románticas o extrañas, o simplemente con formas de dejar abierta la imaginación, agua cristalina que provocaba ganas de pedir deseos.
También nos encontramos con estrechos pasos que nos hacían arrastrarnos, logrando así ensuciarnos de polvo.
Después de dejar llegar todo nuestro agotamiento, nos encontramos con la parte más mágica de todo el recorrido en mi opinión; era agua que su nivel llegaba hasta la parte más alta de las piernas, casi llegando a los glúteos.
Recorriendo todo ese camino, me di cuenta lo que en verdad vale salir y descubrir lugares nuevos, observar como la simple naturaleza puede crear bellezas que logra ignorar el hombre…
Junto con mis amigos, nos sumergimos en tal belleza… Olvidándonos de todo lo que habíamos pasado, de aquellas fobias, de aquella euforia, de la adrenalina que sentimos correr; absolutamente de todo nos olvidamos y seguimos adentrándonos en aquel extraño mundo.
Arrastrarnos en el polvo, mojados, ya era algo normal y que sin duda, todos terminamos amando por lo que al final se mostraba.
Ya las manos tenían lodo, y aun así, seguíamos riendo. Ya los estómagos reclamaban comida y seguíamos corriendo… Fue ahí donde la belleza toma forma en jardines de cristal.
Nunca en mi vida creo haber visto tal hermosura como aquellos blancos y tan perfectos cristales que destellaban aquél pasillo en donde se encontraban.
Con una gran satisfacción, del tamaño de una sonrisa dibujada en cualquier cara, nos marchamos rumbo de regreso… El camino fue más corto, pero aun así, la adrenalina y la curiosidad no dejaban de estar presentes, hasta el momento en el que la luz del día asomándose por la entrada de la cueva, deslumbraron mis ojos.

 
Hubo un momento, tan solo uno, en donde mis miedos comenzaron a tener vida…
Fue justo cuando toda luz se desvaneció dejándonos en una absoluta oscuridad, con un total silencio, teniendo solamente a nuestra conciencia con nosotros. Rogando por que ninguna especie existente de ese lugar invadiera mi espacio, apreté mis ojos lo más que pude y respire hondo.
Sentí como volvía al mundo, como si hubiera resucitado de un mundo en donde no existiera una salida hacia una luz…
Y mejor aun, cuando vi que una luz aun mayor se asomaba por mi pupila; la satisfacción que se sintió al oler ese olor a bosque… Fue insuperable.
Realmente, fue una experiencia que me dejo mucho que aprender, que me dejo el conocimiento de que realmente NO estamos solos en el mundo, y que debemos darnos cuenta de la belleza que tenemos en el exterior, en el ambiente…
Debemos, más que nada… Percatarnos de los mundos que tenemos, otros mundos que son indispensables en nuestra vida, así como nosotros a ellos. (Este texto, sin imágenes fue publicado en junio del 2010 en el periòdico de la escuela "Crònicas del Madrid"). Fotografìas de Julio Ríos


 Imágenes de otras exploraciones: 





Grupo de educación ambiental, 3o. de secundaria, febrero del 2007




Grupo de Educación ambiental de tercero de secundaria