Resumidero del Izote, Guerrero


Explorando el Resumidero del Izote, Gro. (1ª. parte)

para ver bien
hay que estar en la sombra.

Ikram Antaki
Gerardo Jaso

Llegó el momento de ascender. Habían pasado dos horas y media desde que el grupo empezó a hacerlo. Primero subió Jano. Se tomó sus descansos en el camino hasta que perdimos de vista la luz de su lámpara, sólo escuchábamos su voz. Sabíamos que la subida por ese tiro sería fuerte físicamente y que teníamos que hacerlo pues no había otra manera de salir de la cueva. Lograrlo de manera satisfactoria dependía fundamentalmente de una buena actitud en lo personal y ante el grupo.

Eran las 4:30 de la madrugada cuando terminamos de comer, beber un poco de vino tinto, café, chocolate caliente y arreglar nuestras cosas. Estábamos mojados y cansados pues habíamos entrado al resumidero desde las seis de la tarde del día anterior. Unos cincuenta metros de distancia nos separaban de la superficie de la tierra. No podíamos ver la luz de la hermosa luna llena que, sin duda, iluminaba los áridos campos de la superficie. Del exterior sólo sentíamos una corriente de aire que era patente al mover, en dirección a las profundidades, la llama de nuestros encendedores y lo sentíamos también en el frío que provocaba en nuestros cuerpos.

El ambiente era de alegría y satisfacción. Amado de Anda, Gerardo Jaso, Marissa Ibarra, Juan Carlos  Gómez (Jano) y yo teníamos ganas de salir pero también queríamos disfrutar al máximo la sensación de estar ahí.

Gerardo secundó entusiastamente a Hano. Tardó poco menos de 20 minutos en ascender. El tiro tiene una parte volada de unos diez metros y luego hay áreas donde se pueden tocar las paredes de roca cubiertas de bellos escurrimientos minerales de colores ocre y café. El lugar es estrecho y muy alto. La información que teníamos ubicaba su altura entre 32 y 35 metros. Ningún miembro del grupo había visitado antes el sitio y eso le daba a nuestra aventura una sensación magnificada de misterio.

En compañía de los demonios... del miedo


Tocaba mi turno de subir pero invite a que lo hiciera Marisa. primero. Quise acompañar a Amado y según yo ayudarle con las mochilas pues, para facilitar el ascenso las subiríamos después, una por una.

Marisa tardó 48 minutos en subir. Se está recuperando de una operación en la rodilla y si bien es muy intrépida, le cuesta más trabajo que a nosotros efectuar sus desplazamientos en la cueva.

Subir las mochilas no fue sencillo. Se atoraban con las salientes y grietas de las rocas. Jano y Gerardo tuvieron que descolgarse unos veinte metros en varias ocasiones para poder recuperarlas. Pesaban mucho pues llevábamos el equipo necesario para armar la caverna (o rescatar a alguien en caso de algún accidente). Finalmente no utilizamos un solo spit. La recomendación que leímos sobre el Resumidero[1] decía que se aprovecharan anclajes naturales para respetar la cueva y así lo hicimos.

El frío y el cansancio me dominaban a ratos. Me recosté en la cavidad de una roca y dormí profundamente 20 minutos. Llegó mi turno. Empecé a moverme haciendo ejercicios de calentamiento mientras me entretenía viendo una rana que Amado descubrió. Biólogos sin remedio comentamos de las ventajas y desventajas de sacarla a la superficie, en caso de que hubiese llegado a la cueva por accidente. Decidimos dejarla donde estaba pues arriba sólo podría enterrarse ante la falta de agua. Aquí tenía alimento en los insectos que abundaban en la cueva y la abastecía una fuente de agua. Medio sucia, llena de bichos y sin duda rica en sales minerales, pero agua al fin. Amado me ayudo a subir hasta la fosa principal sobre la que se iniciaba el ascenso. Supervisó mi equipo y sostuvo la cuerda para facilitar mis movimientos. Muchos miedos me acompañaban en ese momento...

Marisa había recomendado controlar la respiración. Durante muchos años ha sido instructora de aerobics y sin duda sus conocimientos y constante entrenamiento le ayudan a efectuar con éxito los retos que ahora enfrentábamos. Era conveniente escuchar sus experiencias.

 

Encontrando respuestas en la oscuridad


Ajuste bien mi arnés de pecho. Recordé inmediatamente el miedo que me dominó hace un año durante un buen rato mientras realizaba un último ascenso[2] por no usar bien ajustado el arnés y por emplear una cuerda del pedal muy corta.

Empecé a subir tratando de mantener un ritmo constante, apoyando mi pie derecho con firmeza en el pedal y evitando hacer fuerza con los brazos. Pude apreciar parte del paisaje que me rodeaba, era impresionante, sobrecogedor. Unos siete metros arriba empecé a cantar. Mi voz “cavernosa” reflejaba los temores que sentía pero me ayudaba a dominarlos. Cante “Niña Camba”[3], una vieja canción que me trae recuerdos ( si deseas escucharla accede a  enlace en you tube). Y en ese camino, mientras ascendía, empecé a sentirme contento y mientras eso sucedía recuperaba fuerzas para seguir ascendiendo. A lo lejos escuchaba platicar a Gerardo y Jano. De vez en cuando me preguntaban por como me sentía y yo seguía cantando. De repente olvidaba las frases y tomaba el primer pedazo de canción que venía a la mente. Olvidé el miedo que a veces he sentido como de que la cuerda se rompiese o que el croll y el ascensor de puño fallaran y una sensación intensa, inmensa de paz y fortaleza me invadió...

Por fin sentí que las respuestas a preguntas tantas veces formuladas estaban a mi alcance. Que las respuestas son muy sencillas, difíciles de expresar aún con palabras. Y sentí mi interior. Ahí, colgado mi cuerpo en medio del tiro más difícil que había hecho en mi vida. Y disfruté intensamente el estar vivo y de la vida que me rodeaba y una sensación de integración con el mundo y el universo se tejió entre mi mente y mi corazón.

A manera de flashazos, vertiginosamente pasaron por mi mente imágenes del pasado. Las veía como si estuviese en otros tiempos y lugares y de manera lenta, constante, descansando a ratos, llegue a la sima del tiro, a los 28 minutos después de iniciado el ascenso.

Jano me tendió su mano pero no logré apoyarme. Abrace una roca y me arrastré por encima de ella, Mi buen amigo jaló de mi arnés creyendo que necesitaba ayuda. Se lo agradecí, pero en ese momento disfrutaba con sumo placer estar en posición horizontal, abrazando, sintiendo las piedras y la tierra.

Al recuperar el aliento y levantar la mirada vi, a través de la grieta mediante la que se abre el resumidero, la luz de un nuevo día...

Recobré el aliento para continuar por un pequeño tiro de unos cuatro metros y luego hacer una escalada final de tres metros más.

En la superficie admire el paisaje. Serían las nueve treinta de la mañana del viernes 6 (en la cueva todo el tiempo creí que era día siete). Busqué unas piedras y me acomodé en ellas. Le pedí a Gerardo Jaso que me tomara fotos, muchas fotos. Quería conservar ese momento en que me sentía relajado, satisfecho, feliz.

14 horas estuvimos dentro del resumidero y sólo avanzamos unos 250 metros. Llegamos hasta el primer sifón. No pudimos atravesarlo pues estaba obstruido por ramas y lodo[4]. Sabemos que la cavidad tiene unos 1 400 metros más pero en esta primer exploración solo llegamos hasta ahí.
Entrada al Izote

No se si regrese al Resumidero. La experiencia fue intensa tanto por el tiro de 35 metros como por un pasillo lleno de excremento de murciélagos vampiro.

A la luz del sol era evidente que estábamos hechos un asco, apestábamos a sudor, a lodo y a excremento de ese tipo de murciélago con su característico olor a amoniaco. Nerviosamente busque entre mis ropas para ver si aún tenía larvas de insectos y gusanos. Descubrí que todavía conservaba un par que se me pegaron cuando pasamos entre el excremento de los vampiros.

Mientras enredábamos la última cuerda y nos quitábamos los arneses hacíamos bromas y recuentos de lo vivido en el Izote. Por mi parte, encontré en la oscuridad, respuestas sencillas para iluminar el camino. Fuera de tiempo sin duda, pero respuestas al fin.

continuará...(con el relato de la risa, a carcajada abierta,
que me provocó el imaginar mi cuerpo después de la muerte)

JULIO, 11 de febrero del 2004




[1] Reporte de Ramón Espinasa publicado en el foro de Internet dedicado a la Espeleología “Iztaxochitla”
[2] En el Resumidero de la Joya, en el poblado “El Gavilán”, a dos kilómetros del Izote.
[3] Canción del folckolre Latinoamericano de los 70s, interpretada por el grupo Inca Taki.
[4] Así lo encontró la primer expedición que reportó la exploración del Izote en el año 1981.